En el día de la noche
la montaña de fuego y su amada
vestidos con sus túnicas de plata para ceremonias
cubiertos con un velo con estrellas estampadas
que se extiende en la inmensidad de la noche
mirando los ojos de los que los contemplan extasiados.
En el día,
los dos eternos enamorados que no se separan,
cambian de color su túnica.
Un blanco profundo y un azul como fondo.
Los rayos del disco dorado que se esparcen
y que con su calorcito ayudarán a que lo blanco ahora,
se convierta en hilos cristalinos que descenderán de los dos colosos
y llegarán a las bocas sedientas
de quienes los admiran desde abajo.
Vestidos sagrados ahora
que saciarán la sed mañana.
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