lunes, 26 de abril de 2010

Tlacualeras.

Ellas traen la vida, ellas dan la vida.


Pesan las canastas pero no pesan,

el peso no se siente, el cansancio tampoco.


Sabe que la esperan, el cuerpo debe nutrirse.

Paso firme, decidido, nunca una duda.


Pasa del medio día, el sol quema,

los labios están secos, hay hambre.


El camino, el camino que se tarda en aparecer

a la figura amada,

el sabe que él la espera.


En la distancia,

hay dos figuras que apenas se distinguen

una de otra.


Apenas son colores que se mueven,

pero, ambos ya se vieron a los ojos,

ya se sonrieron.


En la distancia se oye un ya vienes,

y un ya voy.


El viento no puede llevar a cada uno lo que se dicen,

y se queda quieto.


Es ella quien sigue su paso firme,

es él el que espera.


La mesa; la tierra, la que da la vida.

Las sillas; la tierra.


La mirada de madre, de esposa, de amante,

de quien acaba de amamantar,

y de quien dio de comer bajo un cielo azul,

y un horizonte abierto.


Señoras hermosas que traen la fuente de vida,

que son ellas mismas.

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