lunes, 26 de abril de 2010

La cosecha.

Pasos cargados de esperanza,

los primeros sobre tierra desnuda, suelta.

los mismos ahora que cortan el primer fruto,

los que anduvieron y andarán el mismo surco una y otra vez.


Pasos que ahora solo pueden ver espigas y fragmentos del azul del cielo,

en su largo, largo caminar.


Huele a verde,

se siente el verde,

todo sabe a verde,

todo es verde y todo esta verde.


Vida verde,

el verde de la vida,

milpa verde,

la milpa da la vida.


Ahóra, las milpas al viento deshacen en pedacitos

que se vuelven notas musicales que se escuchan en la inmensidad.


Al mismo tiempo que se mecen,

como si se arrullaran

luego,

como si bailaran.


Largas hojas que semejan lenguas que cantan todo el día,

y toda la noche, que se acarician entre si.


El jardinero pasa y con sus manos y su cuerpo acaricia sus plantas,

y éstas le corresponden con sus largas hojas.

Elotes primero,

mazorcas después.


Ahora, los mismos pasos cargan ayates llenos de fruto

que alguna vez fue un sueño.


El campo ya no es verde,

pero sigue cantando el himno de la vida que seguirá

porque deja su fruto ancestral.


Maíz .

vida.

Milpas y hombre.

Dios y naturaleza.

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